martes, 9 de octubre de 2007

Un profesor publica "¿Educar? Educamos todos" para mejorar el sistema educativo

En la sección Tendencias de La Vanguardia, el martes 9 de octubre, salió un artículo, de Sara Sans Fracaso escolar: usted también tiene la culpa, sobre la nueva publicación de Lectio Ediciones ¿Educar? Educamos todos, del profesor David Rabadà. El libro, que parte de cientos de casos reales, pretende ser un "manual" para mejorar el sistema educativo, encontrar los motivos del fracaso escolar y las claves para solucionarlo. A continuación se puede leer la reproducción íntegra del artículo:

"Los políticos, porque cambian la ley cada año. Los padres, porque no tienen tiempo o porque ejercen de amigos de sus hijos. Los profesores, porque pierden autoridad, porque no saben ilusionar o porque ya han tirado la toalla. La sociedad, en general, porque no promociona los valores de la cultura y el trabajo. Éstos son algunos de los ingredientes de un cóctel con gusto a fracaso escolar. A partir de su experiencia, y a partir de más de mil casos reales con alumnos, padres y docentes, el doctor en Ciencias Geológicas, escritor y profesor de secundaria David Rabadà acaba de publicar ¿Educar? Educamos todos. Fracaso escolar: recetas para curarlo (Lectio Ediciones). Una guía para ejercer autocrítica a todos los niveles.

¿Dónde está la familia?
Entre padres justificadores ("Mi hijo estudia mucho, ¿sabe? El otro día se pasó tres horas en su habitación sin poner la tele"), padres ausentes, padres sufridores, padres compradores y padres que ejercen de amigos anda el juego. David Rabadà aboga por imponer normas: "Menos premiar que sancionar". Evitar caer en la provocación y el chantaje emocional del adolescente, imponer disciplina y apagar la televisión durante las comidas. Los padres tienen que ir siempre a una. Y las sanciones, en el momento de la infracción y sin rebajas.

¿Qué profesor tienes?
Según Rabadà, hay docentes acosadores ("una especie escasa, la de alguien amargado que utiliza a los alumnos como diana de sus frustraciones"); hay el que cae en la provocación cada vez más habitual entre los alumnos, con amenazas incluidas; el imponente; el que se repite; el "cansino"; el Terminator; el pedabobo; el coco; y por fin el buen maestro. El que no es "jamás" amigo de sus alumnos, pero tampoco enemigo. El que se hace respetar con ciertas dosis de distancia al principio, el que ilusiona y el que sabe defender los intereses de sus alumnos por encima de otros maestros o educadores. No en vano, el primer "mandamiento" de este capítulo es admirar a un profesor: "Vaya y dígaselo, alimentará de pilas sus clases".

¿Cómo vivimos?
Si en casa no se lee, si nunca ha acompañado a su hijo a una biblioteca, si sólo se cuela telebasura en su letevisor -"piense que luego quizás su hijo quiera ser como Pocholo"-, si sus hijos no tienen obligaciones en casa, y si no educa en la aceptación de uno mismo, algo falla. "Leer de todo es fundamental para crear una socedad crítica y que no sea voluble ante los intereses de los gobiernos", escribe Rabadà, quien además se pregunta "¿Qué razón impide que amonestemos a un chaval que no es el nuestro? ¿El miedo? ¿La negligencia?".

¿Quién gobierna?
"Si dar ejemplo educa, nuestra clase política, y salvo alguna excepción, no lo da", mantiene Rabadà. Evitar tanta crítica fatua, felicitar los logros del oponente..., son costumbres poco habituales en política. Según Rabadà, "lo mejor que se podría hacer es dejarse de tantos cambios de personas o leyes". Este docente mantiene que estos cambios no mejoran la enseñanza y, por el contrario, los políticos tienen en sus manos otras reformas como las relativas al precio de la vivienda, que repercutirían en el bienestar de la família y, por tanto, en la educación de los hijos."

Artículo de Sara Sans extraído de La Vanguardia, el martes 9 de octubre de 2007.

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